Muchas veces todo da comienzo así: con nuestro grupo desplegado ante un portal que nos conducirá hacia lo desconocido. Es todo un clásico perdurable, casi eterno, pues trasluce en su esencia misma la pulsión inherente para con el ser humano de explorar el mundo que lo rodea, desde las simas abisales hasta las más altas cumbres. El hombre enfrentado al misterio que lo envuelve, el hombre como medida del hombre. Todo da comienzo de una manera similar: compañeros aventureros aliados, unidos por lazos poderosos, anhelos y deseos, en amistad o simple interés, dispuestos a arrostrar sus miedos más arraigados, porfiando por descubrir tesoros incalculables y reliquias de otrora, allende la oscuridad y las sombras del pasado, contra viento y marea, monstruos y maldiciones de ancestros que perduran redivivos en las leyendas. No es otra la verdadera fuerza que articula este juego nuestro y aquel otro, tan reconocido, que le dió vida cual moderno Prometeo. Y es así, pues sus creeadores originales, que no estos meros emuladores afortunados, reconocían en las clásicos de la literatura los elementos básicos de la epopeya, de lo valeroso e implacable residente en la fastuosa voluntad del hombre por perdurar y vivir. Al fin y al cabo, la vida es vivir y morir. No hay más.
Ahora, amigos, hay un portal oscuro que os espera, es el corazón de las tinieblas, con todo lo que representa, desde el mismo inicio de esta aventura que es vivir, hasta el fin de vuestros días, cuando la luz se marchite en vuestros ojos para siempre. Sea la juventud de vuestros corazones prelado de dicha, y la fuerza de vuestra espada, hasta allá donde llegue su filo, su única frontera.
Jugad y vivir, malditos. Vivir y jugar, porque después de esta aventura no hay más.
Gracias Javier por ilustrar todo esto de manera tan magistral. Otra ilustración, otro enigma que desvelar… el enigma de la vida.
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