Este año está siendo muy particular, por no decir otra cosa harto más gruesa y de seguro inapropiada. Todo este increíble lío en el que el mundo está inmerso de hoz y coz según escribo estas palabras nos ha enseñado muchas cosas (tal vez cada uno de nosotros haya aprendido, recibido y encajado su parte alícuota, singular y personal de experiencias, buenas o malas), pero creo que la principal de ellas no es otra que el carácter inherentemente imprevisible del devenir natural de la cosas, y por ende nuestra vulnerabilidad. Pareciera como si todo estuviera rendido al albur de la casualidad, sólo regida por un caos ininteligible, una ley ignota escrita por la naturaleza que produce efectos inesperados y cuya única solución pasa por la responsabilidad personal y la asistencia de la ciencia. Sea como fuere, todo lo que estamos viviendo ha condicionado de manera preclara nuestra rutina (esa intrahistoria vuestra y nuestra que sólo vosotros y nosotros conocemos), marcando el futuro a corto, medio y probablemente largo plazo. Teniendo esto como cierto, dependerá de nosotros cómo resolver el día a día de manera que podamos subsistir, perdurar y seguir en la brecha.

Todos sabrán que esta pandemia nos cogió en plena campaña de mecenazgo del conocido como Megadungeon. Es evidente que hemos sufrido algunos retrasos, aunque ya tenemos todo casi listo. Pero lo que me gustaría hacer notar, porque es lo verdaderamente mollar de este asunto, es que nos podemos dar con un canto en los dientes, habida cuenta de que ninguna de los muchas personas implicadas en el desarrollo del mismo han sufrido en su salud mella de relevancia devenida del follón este del infausto y maldito Covid-19. Sólo ello ya es motivo de alegría, lo demás carece de verdadera importancia, más allá de nuestro compromiso siempre renovado y reforzado de servir los mejores productos al mejor precio, siempre acorde a nuestras limitadas y humildes posibilidades, en tiempo y forma.

A lo largo de todos estos años hemos aprendido un buen montón de cosas. Hemos podido conocer a cientos de personas; acudir a docenas de eventos. Hemos trabajado con un buen montón de editores, distribuidores y tiendas. Hemos atendido con presteza, humildad y cariño todas las peticiones, ruegos, preguntas, dudas y lo que se terciara en cada ocasión. De seguro que dejamos cosas sin considerar, y muy probablemente hayamos podido enfadar a gente por nuestras acciones, involuntarias o no, intencionadas o todo lo contrario, pero les aseguro que en todo momento hemos hecho por proceder con la legítima intención de conducirnos con honestidad y cercanía. Si hemos defraudado a alguien, les pido perdón por ello.

Tal vez nuestra independencia, y el carácter vehemente e impulsivo de éste que escribe, nos haya supuesto no pocos disgustos, pero les puedo asegurar que no me arrepiento de nada de lo que haya dicho, escrito o decidido. Todas mis acciones estuvieron fundadas en argumentos de peso, reconocibles y muchos de ellos públicos (otros no, pero uno vale más por lo que calla que por lo que habla). De una forma u otra, todos estos condicionantes, y las resoluciones aparejadas, quedarán refrendadas en el tiempo (el tiempo es juez último de todo y todos). Determinaciones como la de desentendernos públicamente del postrer desarrollo del Resurgir del Dragón, por ejemplo, y otras que tomamos y tomaremos en el futuro, sólo hacen por asegurar nuestra libertad creativa, nuestro compromiso leal con nosotros mismos y con aquellos de ustedes que nos siguieron hasta hoy precisamente por nuestro empeño de ser fieles a nuestros principios, y a nuestros valores. Nada, y repito, nada merece la pena si es necesario renunciar a uno mismo para conseguirlo.

Ayer mismo, Juan Carlos, nuestro amigo y distribuidor de Sombra, hablaba de la necesidad de mantenernos unidos, juntos, de reforzar la cadena natural de la industria, de no buscar romperla o tensarla en demasía. Y nosotros nos adherimos con ilusión a ese deseo. Es fundamental, ahora más que nunca, apoyar a nuestro o nuestros distribuidores, editores, autores y, sobre todo, a los profesionales del comercio que viven de esto: a las tiendas, a las tiendas especializadas de barrio. Cada uno de nosotros, ya seamos editores, grupos creativos, asociaciones o cualquier otra figura legal admisible, tenemos nuestro propio modelo de negocio, nuestras particularidades, que en definitiva nos hacen encajar más o menos con el paradigma tradicional de la cadena editorial de distribución comercial estándar. Algunos usamos crowdfunding, otros publican directamente, usan o no usan la distribución tradicional, otros sólo trabajan en digital o en físico, otros emplean licencias libres o cerradas, etc. Esto está claro, pero ello no es óbice para que hagamos por legitimar prácticas que suponen un ataque directo a alguno de los eslabones que componen dicha cadena, acciones que hemos visto todos producirse en plena pandemia, para enfado de no pocos de los actores implicados. No soy yo quién para juzgar estas eventualidades, y puedo llegar a comprender buena parte de ellas dadas las muy singulares condiciones, pero no por ello debemos desentendernos y obviar la perspectiva general, porque, en definitiva, si una parte de esa cadena se rompe, todos perderemos con ello. Sí, si una de las grandes quiebra, todos perdemos. Si una de las pequeñas abandona, todos perdemos. Si un ilustrador o autor, corrector o maquetador, o el sursum corda, no cobra por su trabajo, todos perdemos con ello. Si una tienda, grande o pequeña, baja la persiana, todos perdemos. Si un evento no se celebra, si no tiene apoyos, todos perdemos con ello. Si alguien no puede jugar en libertad o se siente amenazado por su condición (sexo, raza, política), o su libertad para expresarse se ve coartada, todos perdemos con ello. Si una asociación cierra o no se siente respaldada, todos perdemos. Cuando discutimos y somos incapaces de llegar a acuerdos, cuando enconamos las posiciones y somos inhábiles para dar un paso atrás conciliador, cuando perdemos la sonrisa, cuando señalamos y fabricamos bandos y facciones, todos perdemos. No digo con ello que no debamos defender nuestras posturas y tengamos por fuerza que comulgar con ruedas de molino (algunos se empeñan día sí y día también en hacernos creer que los molinos son gigantes), opiniones o criterios, pero hagámoslo con respeto y empatía. Seamos todo lo vehementes que queramos, pero con razón y espíritu constructivo, con bonhomía, no recurramos al insulto, ni demos pábulo a la estupidez, ni seamos zotes incapaces de ponernos en el lugar de otro, ni seamos hipócritas y prestos en señalar las fallas de los demás cuando nosotros mismos somos incapaces de ver la viga en nuestro ojo (tal vez la hipocresía sea la falta más habitual y odiosa de todas).

Y en esto que, nosotros, desde nuestra posición, con nuestras muchas debilidades, nuestras incapacidades y siempre exiguos recursos, somos los primeros que tenemos que mejorar, y hacer por fortalecer esa cadena que ha materializado con su discurso el bueno de Juan Carlos. Tenemos que avanzar, que ayudar y tender la mano, porque vienen tiempos difíciles. Y es por ello que vamos a ponernos manos a la obra, ver qué podemos enmendar, idear y desarrollar. Lo primero es, cómo no, cerrar nuestra campaña actual. Y de seguido ponernos manos a la obra con nuestros juegos, nuestras líneas, primero lanzando nuevas aventuras para Hardboiled, hasta seis, todas ellas creadas por autores españoles, e ilustradas por artistas nuestros. Y para otoño lanzaremos la campaña para la reedición de la nueva y flamante caja roja de la Marca del Este. Y tenemos ya un buen montón de aventuras para su lanzamiento, y hemos querido encontrar nuevos autores para las mismas, dando oportunidad de trabajar a un buen puñado de diseñadores inéditos, así como a nuevos ilustradores que no habían trabajado antes en nuestras líneas. Y haremos por contener el precio de nuestras ediciones, así como habilitando licencias aún menos restrictivas, liberando todos nuestros contenidos al poco y colaborando con tiendas, asociaciones y clubes y nuestro distribuidor en la medida de nuestras posibilidades, atendiendo a nuestra particular condición de asociación cultural sin ánimo de lucro que, evidentemente, nos impone ciertas restricciones. Y esta misma condición, es la que nos anima a continuar en nuestro empeño de apoyar a las bibliotecas públicas, municipales y regionales, colegios e institutos, como todos ustedes saben que venimos haciendo desde casi el inicio de nuestras actividades.

Nosotros no vamos a dejar a nadie atrás. No vamos a dejar caer los brazos. No vamos a perder la sonrisa y la ilusión. No vamos a dejar de mirar a la gente a los ojos, la cabeza bien alta. No vamos a dejar de trabajar, día a día. No abandonaremos nuestro puesto en el frente. No cejaremos en tender la mano, en dispensar ánimos y colaborar. Nosotros, en definitiva, seguiremos siendo nosotros. Siempre fieles a nuestros valores y siempre conscientes de que, sin ustedes, nada de esto tendría sentido. El futuro sois vosotros…

Share This