Como os tengo muy abandonados, hoy os voy a regalar con una entrada que llevo atrasada desde hace tiempo. Resulta que hace unos meses completé la lectura de la prosa adulta completa de H.P. Lovecraft, y en inglés, para más merito. Y además de una agradable experiencia, saqué en claro una visión sobre el autor que poco tiene que ver con la «leyenda». Y me explico.
A Lovecraft se le considera un bicho raro. Lo que viniendo del común de los mortales puede entenderse, pero cuando la impresión es compartida por el fandom geek la cosa ya no tiene mucho sentido. Pero es que cuando se dice raro se incluye atormentado, de mente extraña, enfermiza, y vaya usted a saber qué más. Esta imagen fue al parecer alimentada por su continuador literario, tanto como editor póstumo como por pastichero mayor del reino, August Derleth, sin duda por puro marketing, ya que su patente mediocridad -al menos en comparación con Lovecraft- requería de ingeniárselas para sacar rendimiento a la obra de otro, de la misma forma que Sprague de Camp prostituyó la obra de Howard en su mediocre beneficio.
Sin embargo una lectura cronológica de la obra de Lovecraft aderezada con citas de sus cartas -afortunadamente la edición que he utilizado está preparada por el experto S.T. Joshi- proporciona una necesaria visión de conjunto sobre la evolución del autor, sobre sus deseos y pensamientos. Lo que se saca en claro es que Lovecraft era un autor, como cualquier otro, preocupado por escribir relatos que quedasen redondos, ni más ni menos, para lo cual utiliaba el género de terror porque se encontraba más a gusto en la consecución de su objetivo. Lo cual se aprecia perfectamente en el hecho de que sus relatos se van haciendo más perfectos a medida que pasa el tiempo. Y tiene mucho mejores ideas. Qué sorpresa para quienes creen que alguna entidad cósmica le susurraba innombrables secretos al oído.
Además existe la preferencia por la perfección del relato por encima de otras consideraciones como una coherencia en toda la obra; la creación de un ciclo mitológico es algo posterior, obra de Derleth, quien probablemente encontraba incómodo el caos sugerido por Lovecraft, y se sacó un universo «equilibrado» de la manga, contradiciendo así la naturaleza y genialidad de la obra de su superior literario, por algo más anodino y ñoño. La colaboración con otros autores es también desenfadada y abierta, sin buscar una rígida cohesión. No hay coherencia en la obra de Lovecraft que se perpetúe de un relato a otro, que a veces se contradicen, pasando de lo mágico a lo naturalista sin solución de continuidad, más allá de nombres de entidades, libros y miembros de la Universidad Miskatonic, y eso solo para darle un lustre de academiscismo más cercano al Pulp de aventuras. En ese sentido la versión de los «mitos» que ofrece Kenneth Hite en El Rastro de Cthulhu, mútiple y contradictoria, es mucho más acertada en comparación con la de la vieja Llamada de Cthulhu.
Y aquí es el momento donde me salen los enemigos de todas partes, como con los donetes, pero al revés.
Porque sin desmerecer para nada el mítico juego de rol, resulta ser un juego de rol sobre la obra de Lovecraft que no tiene muy en cuenta lo que quería decir Lovecraft.
Quiero decir, sí, vale, incluye el mismísimo relato que le da nombre, lo que es un comienzo muy acertado. Pero en realidad el juego no es Lovecraftiano sino Derlethiano, más simple y autocontenido para «frikear», algo que Lovecraft no había pensado ni seguramente habría deseado, puesto que conviene a las necesidades de un juego de rol tener una cosmología completa y equilibrada. Bueno, eso y que a Stafford le van más esas cosas, como puede entenderse a partir de Glorantha. Hablando de Stafford, nos cuenta el co-autor del juego Sandy Petersen que curiosamente no gustaba de Lovecraft, considerándole un autor menor y poco interesante; ciertamente la visión legendaria de autor extraño se refleja en una sección que del manual que incluye expresiones de las que el autor «abusa», y que, tras la lectura de su obra completa, yo aún no sé a que narices se refiere.
Añade además Petersen que su propuesta era ambientar el juego en la época actual dado que Lovecraft hacía lo propio en la suya, pero que la decisión final de ambientarlo en los años 20 se tomó por parte Chaosium, como otra muestra de una comprensión estereotipada de la figura y obra del insigne autor de Providence.
Lovecraft era muy suyo, sí, pero no más que cualquiera de nosotros con nuestras manías. Era un ratón de biblioteca, un erudito apasionado de la Historia, y un artesano bastante normal de la literatura, más allá de su particular elección dentro de la misma. Sabía que lo que escribía era chorradas metafóricas basadas en su visión pesimista, por lo mayormente materialista, del universo, y su única preocupación es que fuesen literariamente perfectas. Si eso es ser «friki», que salga Cthulhu de R´Lyeh y lo vea.
No, Lovecraft distaba mucho de ser un «friki», y no daría crédito ante la fantasiosa imagen que de su figura se ha creado en beneficio del marketing y todo aquel que ha medrado a su costa, si levantara la cabeza.
Bueno, que si levantase la cabeza, entonces retiro todo lo dicho, claro.
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