Durante todos estos años, en nuestra mesa de juego, ha habido muchos amigos… buenos amigos, que por una u otra razón han abandonado el grupo. Algunos se marcharon, otros simplemente decidieron hacer otra cosa con su tiempo. Sea lo que sea que ocurriera, todos y cada uno de ellos se fue y llegó siendo un amigo, y sabiendo con total certeza que su lugar en nuestra mesa siempre estaría libre para su regreso. Podíamos tener desacuerdos, discusiones más o menos enconadas, que siempre las hubo y habrá, pero por encima de todo éramos y somos amigos. Jamás permitiríamos que un simple juego trastocara algo tan sagrado como la amistad. Sí, tal cual, pues por encima de todo están las personas, y ningún juego merece la pena más allá de esto. No se entendería de otro modo en algo que está ahí para proporcionar divertimento, ésa es su verdadera esencia, y si no se consigue o sólo obra con tal de malograr la amistad, entonces no merece la pena. Todo esto del rol, de los juegos de mesa, de cartas o lo que se nos antoje como similar no hay que tomarlo nunca demasiado en serio, pues corremos el riesgo de olvidar su verdadera razón de ser, que no es otra que, como hemos ya apuntado, pasarlo bien y olvidarnos por unas horas de los sinsabores de esta existencia a veces tan amarga. Por eso procuramos siempre poner todo en su lugar y no tomarnos nada a la tremenda, pues esto… señores, es sólo un juego, nada más.
Nosotros no dejamos a nadie atrás.
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